EL ALBATROS Y EL PINGÜINO | Una fábula austral | (Naturaleza de las Islas Malvinas)



A comienzos de verano todos convergen en el mismo lugar y con el mismo objetivo, aquí se reúnen los pingüinos y los albatros.

El albatros y el pingüino es una fábula que representa la naturaleza de las Islas Malvinas, un archipiélago ubicado en el Atlántico sur, conocido por su gran diversidad de vida silvestre. En esta fábula, el albatros, un majestuoso pájaro marino, representa la libertad y la gracia de volar por los cielos, admirado por su elegancia y habilidades de vuelo. Mientras tanto, el pingüino, un ave marina que no puede volar, simboliza la tenacidad y resistencia para sobrevivir en un ambiente hostil, adaptándose a la vida en el mar y en tierra firme.

La fábula presenta la relación entre el albatros y el pingüino como una metáfora de la diversidad y la interdependencia en la naturaleza de las Islas Malvinas. A pesar de sus diferencias, ambos animales coexisten en armonía, cada uno aportando su propia singularidad al ecosistema. A través de esta historia, se resalta la importancia de respetar y valorar la diversidad de la vida silvestre en este hermoso archipiélago.

La fábula de el albatros y el pingüino nos invita a reflexionar sobre la belleza y fragilidad de la naturaleza en las Islas Malvinas, así como a reconocer la importancia de conservar y proteger este entorno único y su rica biodiversidad. Es una historia que nos inspira a apreciar y valorar la vida silvestre que habita en esta región, promoviendo la armonía y el equilibrio en el delicado ecosistema de las Islas Malvinas. En los confines del mundo, allí donde apenas hay seres humanos, aparecen unas pequeñas sombras en el azul de los mapas. A comienzos del verano, todos convergen en el mismo lugar y con un mismo objetivo. (Música) (Música) Aquí se reúnen los pingüinos y los albatros.

Las islas Malvinas forman un rosario de rocas y arena perdido entre América del Sur y la Antártida. Tierra de asilo donde anidan numerosas especies, este oasis no es ningún paraíso. De hecho, todo aquí nos recuerda que esta zona también recibe el nombre de los Rugientes Bramadores.

(Música) «El albatros y el pingüino, una fábula austral». En el hemisferio sur, las estaciones están invertidas con respecto al hemisferio norte. La primavera llega en octubre, igual que numerosas especies de pingüino. Tras pasar el invierno cazando en alta mar, regresan a su tierra natal.

Han nadado día y noche, impulsados por el instinto de reproducción y ahora se preparan para anidar en la playa. Todos salvo un tipo de pingüino. De todas las especies, la vida del saltarrocas es la más difícil. Resulta imposible distinguir un saltarrocas de otro, o los machos de las hembras.

Todos exhiben el mismo penacho amarillo y unos ojos llenos de tenacidad: uno de los rasgos típicos de esta especie es su férrea obstinación. Además tienen un carácter tan explosivo como la costa donde van a pasar el verano. En lo alto de los acantilados, anidan ya otros saltarrocas sobre un terreno compartido con

Los albatros de ceja negra: siempre perfectamente maquillados. La convivencia entre estas aves de 2,4 metros de envergadura y los pingüinos de apenas 35 centímetros es con frecuencia tan tempestuosa como el clima de estas latitudes. Pero antes de pensar en reproducirse en la cima de este enorme pedestal, el saltarrocas

Debe escalar por las resbaladizas rocas. Al contrario que el alca común, que podría llegar a la cima desde el aire, los pingüinos han perdido su capacidad de volar. Durante la escalada se inicia la historia de una pareja recién formada. Cada verano el macho baila con una compañera diferente. (Música) En

El trayecto que recorren hasta su colonia, cualquier descanso sirve para hacerse carantoñas. En lo más alto de este acantilado, otra pareja se dedica arrumacos. El macho y la hembra, también indistinguibles entre sí, retoman el baile que iniciaron hace ya varios años.

(Música) Esta pareja de albatros se ha forjado a lo largo de cuatro veranos, cuatro años de paradas nupciales que han ido perfeccionando con el tiempo. Todo ello los mantendrá unidos este verano, y los que vengan. (Música) Como es natural, luego llega el momento crucial del apareamiento.

(Música) Poco a poco, las olas y las tormentas del invierno dejan paso a temperaturas que superan los diez grados. Sin embargo, el viento sigue soplando, eterno prisionero en estas latitudes. (Música) Pasado el chaparrón, es el momento ideal para construir el nido.

A varios cientos de metros, otras especies de pingüinos ya se han establecido en sus colonias. No es habitual que especies diferentes aniden tan cerca unas de otras, pero esta es una de las maravillas de estas islas. Descendientes de un mismo ancestro, todas las especies de pingüinos están altamente

Especializadas y cada una ha encontrado una solución para enfrentarse a las rapaces que viven de forma permanente en el archipiélago. (Música) El albatros, debido a su tamaño, reina en la zona, y aún así construye un promontorio que lo eleva aun más sobre el resto de las aves.

A los pies del nido de su majestuoso vecino, el saltarrocas se conforma con los despojos. El pingüino de Magallanes excava una madriguera para poner sus huevos. El pingüino rey, uno de los más conocidos, opta por mantener el huevo siempre consigo, aun a riesgo de que sufra una fatal caída.

El pingüino papúa sin embargo, es el que ha elegido la opción más confortable. (Música) Mientras las aves se calientan al sol, otros recién llegados hacen su aparición en la isla. (Música) Los machos de lobo marino pesan más de 350 kilos y son depredadores temibles que gustan de cazar pingüinos.

Pero no estamos en época de caza. En estas escarpadas costas, está en juego algo mucho más importante: el espacio para la reproducción. Un simple vistazo basta para sentir el poderío de estas fieras en el agua. (Música) A unos cientos de metros y aunque la escasez de espacio sea la misma, el ambiente

Es totalmente diferente. Los elefantes marinos hembras alcanzan los 900 kilos y los machos pueden pesar hasta 4 toneladas, casi todas de grasa. Los pingüinos no tienen nada que temer de estos mastodontes que se alimentan exclusivamente de calamares en aguas profundas.

En tierra apenas se mueven debido a que sus aletas no están articuladas como las de los lobos marinos. Estos gigantes se pasan la vida en posición horizontal, no se complican. (Música) Los cachorros vinieron al mundo hace un mes y ya pesan más de cien kilos.

Poco a poco van descubriendo el mundo acuático que se convertirá en su elemento. (Música) Las madres descansan entre toma y toma, mientras sus crías utilizan las zonas poco profundas de la playa para aprender a nadar, ajenas a los peligros que las acechan en la tenue luz del atardecer.

(Música) Esta bahía va a ser el escenario de una clase de caza que una madre orca impartirá a sus crías. Sigilosa, se oculta entre las algas y la corriente, y acecha a su presa. (Música) El verano no ha tenido piedad con este joven elefante marino, pero no es más

Que un tentempié para la familia de orcas donde el macho es el jefe: un ejemplar de 7 metros de longitud y 6 toneladas de músculo e inteligencia. Es el mamífero marino por antonomasia. Con el huevo acurrucado bajo el vientre, el pingüino espera.

Aguarda el regreso de su compañera que se hizo a la mar tras poner su precioso tesoro. El macho no moverá ni una pluma, imperturbable, hasta que el pequeño rompa el cascarón. Pasado el mes de incubación, todas las colonias bullen de vida.

(Música) Cuando la bolita de plumas sale del huevo, comienza la carrera de relevos de los progenitores. El adulto de guardia en el nido cuida de la cría, mientras el otro sale a cazar. Con su gran envergadura, este albatros flota en el aire, sin ningún esfuerzo, a merced del viento.

Vuela durante días enteros, recorriendo miles de kilómetros para llevar al nido la comida que su polluelo necesita. (Música) Roza la superficie del agua y atrapa calamares y peces pequeños. (Música) Para los pingüinos, el sistema de cuidados compartidos es el mismo, pero la dificultad de la tarea es mucho mayor.

El progenitor que ha salido a pescar, cabalga las olas con la tripa llena. Pero tendrá que salvar las rocas de la costa si pretende reunirse con su familia. (Música) Primer desafío: sobrevivir al impacto de las olas, superado. Ahora solo queda otro reto, más largo e igualmente peligroso: escalar este acantilado de 87 metros.

Afortunadamente sus patas están equipadas con potentes garras. Su longitud y resistencia les permiten aferrarse a la roca, aunque lo dejen siempre en un precario equilibrio. (Música) Por fin en la cima. Ahora solo tiene que encontrar a su pequeño en la cacofonía de la colonia. Sin embargo, este alboroto está perfectamente organizado.

Cada individuo espera el final de una llamada, para iniciar la suya. Su compañera lo ha cuidado bien, el pequeño ha duplicado su volumen en solo unos días. Un breve saludo a su llegada y la madre marcha para alimentarse. La tarea es agotadora porque cada año los saltarrocas deben alejarse más de la costa.

La sobrepesca y el cambio climático les obliga a ampliar su zona de caza a miles de kilómetros. Cada vez sobreviven menos crías porque los padres no consiguen atrapar comida suficiente o porque mueren en el mar, de agotamiento. Hasta el momento, ya han desaparecido tres cuartas partes de la población total de saltarrocas.

Esta madre regresará, si todo va bien, dentro de unos días. A partir de ahora, será el macho quien alimentará al pequeño y lo protegerá con uñas y pico. (Música) Estas madres no han tenido la misma suerte. Otro saltarrocas adulto se enfrenta a la abrupta costa.

(Música) Su tenacidad ha vencido a las olas, pero a pesar de su determinación, va perdiendo fuerza poco a poco. Los caracara austral aguarda paciente su oportunidad. No hay empatía entre las aves, y sin embargo, resulta conmovedor ver como este pingüino anima a su compañero agonizante.

En un universo donde todo está relacionado, esta pérdida va a engendrar otra. Dentro de unos días, la cría de este pingüino muere de hambre en la colonia. Un golpe de suerte para los págalos y caracaras. (Música) Llevarán la presa a un lugar seguro, para calmar el hambre de sus pollos.

Estos dramas suceden a diario en las Malvinas, pero son esenciales para el equilibrio de su ecosistema. Toda muerte es fuente de vida. Enero, pleno verano en el hemisferio sur, sin embargo los fuertes vientos soplan regularmente, para recordar a los habitantes de estas islas que viven en los Rugientes Bramadores.

La marea alta trae consigo una horda de saltarrocas saciados. Ignoran que, no muy lejos, merodea el más temible depredador de la isla. Esta familia de lobos de mar se ha refugiado entre las rocas, lejos de la comodidad de las playas de arena, con unas crías a las que hay que alimentar constantemente.

(Música) Este pingüino logra escapar del titán que ha preferido atacar a otra presa más fácil: un atún. Tras el susto, el saltarrocas disfrutará de uno de los escasos placeres que le ofrece la vida, una ducha de agua dulce. (Música) (Música) Ahora el pingüino se reunirá con su pequeño, que crece de un

Día para otro. Cuando alcanzan este tamaño, se agrupan en guarderías. Un adulto los vigilará para limitar los posibles ataques. En el aire tibio del verano austral, se refrescan abriendo el pico cada poco tiempo. Tiene que localizar a su cría, una entre miles. (Graznidos) Esta madre albatros está desorientada.

El tussok, esta gramínea centenaria que protege la isla, le oculta el horizonte. Las borrascas que amenazan la costa la han traído hasta aquí. Ahora debe buscar un espacio libre y expuesto al viento para emprender el vuelo. Pero no hay nada a la vista.

La hembra de albatros prosigue su avance cueste lo que cueste, su meta es regresar a la colonia y encontrar a su polluelo. (Música) (Graznidos) Esa no es la cría que busca desesperadamente. Ni esta tampoco. (Música) Tras visitar una decena de nidos, por fin da con el suyo.

Se reúne con su compañero y su cría. Un saludo, y el padre emprende el vuelo. (Música) Por toda la isla, los pequeños crecen e imitan los gestos de los mayores. Así es como se convertirán en pingüinos experimentados. Ya se trate de pingüinos rey, papúa o de Magallanes.

Estas especies lo ignoran todo del país glacial donde vive su primo, el pingüino emperador. Aquí disfrutan del sol, con las patas en la hierba, cómo no. Desde hace unos días, la colonia de pingüinos papúa tiene nuevos vecinos: los temibles lobos marinos.

(Rugidos) Los pingüinos papúa y los lobos marinos fingen ignorarse, pero se miden, se evalúan y guardan las distancias. A pesar de la considerable diferencia de tamaño, esta convivencia es totalmente pacífica. Los pingüinos papúa son mucho más grandes y corpulentos que los saltarrocas: las presas ideales de los lobos de mar.

Además, pretender cazarlos en tierra, es una causa perdida. De todos los pingüinos, los papúa han evolucionado hacia un perfil hidrodinámico, una musculatura muy desarrollada y unas patas más retrasadas: tres características que los dotan de una gran rapidez. De hecho, pueden correr sobre la hierba, y desaparecer como un relámpago bajo el agua.

Casi parecen inaccesibles. (Música) Pero en el mar, los lobos marinos se encuentran en su elemento, y hacen gala de gran agilidad y eficacia. (Música) El lobo de mar golpea a su presa contra el agua para descuartizarla. De esta manera compensa su incapacidad para masticar los alimentos.

Los petreles gigantes antárticos se deleitan con los restos. Desconocen el profundo lazo, fruto de la evolución, que los une a los pingüinos. En las islas Malvinas la vida reposa sobre un equilibrio natural de convivencia que permite la preservación del ecosistema.

Estas especies dependen unas de otras, pero si nos remontamos en el tiempo, vemos que comparten un mismo antepasado. (Música) Ya sea este baile de delfines pío, estos patos vapor austral que han perdido la facultad de volar ante la ausencia de predadores terrestres, o estos pingüinos, todos, son

Fruto de una evolución minuciosa y compleja. El caso de los pingüinos es uno de los más interesantes. No puede planear en el aire como hace el albatros. Sus alas se han hecho más densas para resistir el agua y sus plumas se han acortado para ganar impermeabilidad.

Albatros, saltarrocas, parece que todo los separe, sin embargo, ambos vuelan, solo que en diferentes elementos. Existe otro lazo aun más fuerte entre los saltarrocas y los albatros fácil de apreciar en las Malvinas. La presencia de albatros en su colonia, aumenta la esperanza de vida de los saltarrocas.

De hecho, cuando una colonia de saltarrocas no convive con otra de albatros, los caracaras australes diezman la población de crías. En las Malvinas, los albatros protegen una especie que ya está en grave peligro. Sus destinos están unidos. (Ventisca) Ha llegado el gran día, las crías de los pingüinos ya son independientes.

Y por toda la isla, emprenden el camino hacia un maravilloso descubrimiento: el océano. En unos días, las islas se vacían. Los adultos se marchan con los jóvenes. No viajarán juntos para enseñarlos a cazar, sino porque están hambrientos. Ya solo quedan las aves rapaces y los albatros. Y de repente: el océano.

Qué revelación debe ser para ellos sentir cómo el mar acaricia sus plumas. ¿Tendrán miedo? ¿Estarán nerviosos? ¿O simplemente se sienten atraídos por ese gran vivero que representa el océano? (Música) Los jóvenes pasarán sus tres primeros años en alta mar. Los saltarrocas adultos también se marchan, pero regresarán dentro de unas semanas.

(Música) (Ventisca) (Ventisca) Las tormentas que asolan los Rugiente Bramadores son la única distracción en la vida de los albatros que permanecen en las islas. Nada parece incomodar a los habitantes del ático, ni siquiera vientos de 150 kilómetros por hora. Los pingüinos se han marchado, reina la calma, pero ¿durante cuánto tiempo?

Esta madre albatros aterriza con gracilidad. Su polluelo está en el nido, al lado de su compañero. Una extraña oportunidad de ver juntos a esta pareja que pasa la vida cruzándose en el aire. (Música) Después de solo tres semanas alimentándose en el mar, ya es la hora de que regresen los

Pingüinos adultos, sin sus crías. (Música) Los saltarrocas tocan tierra, libres esta vez de la presión de la paternidad. (Música) Regresan una vez más a su colonia con el fin de cambiar de plumaje antes de que llegue el invierno.

Como cada año, mudarán las plumas, se desprenderán poco a poco del plumaje actual para dejar paso a uno nuevo. Toda la colonia es presa de un profundo letargo. La muda requiere de mucha energía. (Música) ¿Es esta la hembra con la que acaba de criar un pequeño u otra diferente?

Las plumas nuevas empujan a las existentes, e invitan al acicalamiento. El plumón de los jóvenes albatros se mezcla con el de los saltarrocas y saturan el aire. Cuantas más plumas vuelan, mayor es el ansia de imitarlas. (Música) Un último momento compartido entre esta madre albatros y su cría.

(Música) Pronto todos seguirán a este precursor, y se lanzarán, en pleno invierno, a la conquista del mar. Y en cuanto a los saltarrocas, ¿regresarán el año que viene?

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